¿Cómo sé que tengo depresión? Según la Agencia EFE, cerca del 5% de la población en España sufre depresión. Un dato que es motivo de alarma, ya que se estima que más o menos 1 de cada 10 personas sufrirán depresión en algún momento de su vida.
Por esta razón queremos dar información de manera accesible para que, quien lo sufra o las personas cercanas, sepan identificar cuando se trata de esta grave enfermedad y puedan ponerse manos a la obra buscando ayuda profesional.
En primer lugar, hablaremos de los síntomas, explicando de un modo más o menos técnico que le ocurre a una persona en un estadio depresivo, para a continuación hablar a un nivel más humano. Las personas somos mucho más que síntomas, tenemos toda una historia que contar.
Cómo saber si tengo depresión
Síntomas de la depresión
Dividiremos los síntomas en tres partes: el estado anímico, síntomas cognitivos/emocionales y sintomatología del día a día.
Estado anímico: Abulia e irritabilidad
Lo primero y más importante, la depresión siempre conlleva un estado de aislamiento e indiferencia que alterna con la irritabilidad que se manifiesta al explotar fácilmente ante situaciones aparentemente normales, siendo habitual mostrarse incomprensible y suspicaz frente a otros. Esta fase puede ser debida a un evento difícil vivido hace poco (todos tenemos un mal día), pero si este estado permanece durante semanas sin cambio aparente, es hora de consultar con un profesional de la salud mental.
Este estado de “indiferencia” no es otra cosa que falta de energía e incapacidad para sentir placer. De algún modo el organismo se ha rendido, no quiere activarse ni continuar. Por esa razón aparece el malestar y las explosiones de rabia, porque verdaderamente la persona quiere salir de ese estado y superar la depresión, pero se encuentra ahogada en su propio agotamiento.
Síntomas cognitivos/emocionales
Rumiación
Una situación parecida vivimos en nuestra mente, ya que mientras el cerebro racional intenta trabajar, el cerebro emocional está completamente pesimista y desesperanzado. Es aquí cuando aparece la rumiación, esto es, la repetición constante de determinados pensamientos o recuerdos que no terminan de procesar, como masticar constantemente un trozo de carne que no termina de deshacerse, cada vez es más costoso y agotador, pero no dejamos de hacerlo.
Mensajes culpabilizadores
Tal como hemos mencionado antes, aunque estemos apagados no queremos otra cosa que encendernos para salir de la depresión. Y ante la impotencia, se repiten mentalmente ideas como “haz algo”, “eres un inútil”, “para qué molestarse contigo”… En muchas ocasiones la depresión se asocia al exponente máximo de la tristeza y, sin embargo, guarda mayor similitud con una culpa que no nos moviliza sino que nos deja tirados mientras recibimos nuestros propios latigazos.
Pensamientos catastróficos
La persona se ve inmersa en todas las desgracias posibles, incluidas ideas recurrentes sobre la muerte o el suicidio, sin sentir nada más allá de esa culpa mencionada. Se suele decir que en una depresión todo se ve de color negro, yo prefiero pensar que en la realidad depresiva se pierde todo color que nos transmite la vida.
Problemas de concentración y de memoria
Al estar el organismo desconectado, y la mente enterrada bajo una losa de sufrimiento, todo lo que ocurre alrededor deja de tener relevancia, y cada vez es más difícil mantener una conversación normal, seguir las rutinas habituales de trabajo, cuidado, higiene… Además, cuando una persona está focalizada únicamente en unos pensamientos devastadores, es imposible que pueda retener cualquier situación vivida en el día a día, por lo que la memoria fallará hasta en las cosas más obvias, algo que luego fortalecerá el sentimiento de inutilidad.
Para una autoevaluación inicial, puedes realizar un test de depresión para hacerte reflexionar acerca de estos síntomas emocionales.
Sintomatología del día a día
Estas manifestaciones son en realidad el resultado de la depresión, ¿A qué nivel afecta esta enfermedad a una persona en su estilo de vida? Tal y como hemos mencionado antes, las rutinas de trabajo, cuidado e higiene se ven alteradas, sobre todo cuando la depresión es crónica, dejando como secuela una vida desorganizada, desganada y desamparada. Estas manifestaciones las podemos percibir en:
Alteración de la rutina de sueño
Tanto la somnolencia como el insomnio pueden aparecer como producto de una depresión. Si la vida deja de tener sentido, para que descansar, para que levantarse, para que… esa es la pregunta que siempre se hace en una depresión.
Cambios en la alimentación
La depresión afecta de manera muy distinta a cada persona, por ello es habitual encontrar los dos extremos como posibles efectos. Tanto pasar a un exceso de alimentación como dejar de comer puede ser un síntoma de depresión. Para no perderse en esto aconsejamos que no se fijen en un aspecto del comportamiento de una persona, sino que traten de ver el conjunto. Una persona que antaño era enérgica, motivada, sonriente… Va volviéndose a lo largo de meses más oscura, decepcionada, desorganizada, aislada, con problemas de sueño, etc. Podemos imaginar, sin necesidad de ser un profesional de la psicología, que algo está yendo muy mal.
Agitación o retraso motor
Le pides un vaso de agua y tarda en tomar la decisión incluso de levantarse. Va a realizar alguna acción como recoger los platos de la mesa y se queda mirándolos fijamente, y su cuerpo se ve raro, como confundido. Este es un síntoma que demuestra que la depresión ya no está solo en la mente, sino que ha invadido el cuerpo y está incapacitando a la persona para realizar las tareas más básicas.
Alteración en la rutina laboral
Llega tarde todos los días, se disculpa constantemente sin dar explicaciones, con el tono de voz bajo, inerte ante las peticiones o exigencias, no mantiene el rendimiento de trabajo, incluso se le puede ver cansado, anodino.
En muchas ocasiones, cuando una persona se enfrenta a una depresión trata de mantener su apariencia social intacta, y lo consigue, por lo que habrá que percibir pequeños detalles para saber que algo anda mal. No todo el mundo se derrumba ante una depresión, aunque todos acabemos en algún momento por caer si no encontramos ayuda.
La parte humana de la depresión
Ninguna persona puede reducirse a los síntomas, si bien somos cuerpo, cerebro y comportamiento, también somos vida, ilusión, motivación, objetivos, fracasos, dolor, satisfacción, esfuerzo, y un largo etcétera. Cuando un paciente se sienta en la consulta, cada palabra cuenta, incluso las que no se dicen, ya que en una depresión la persona parece haber perdido su voz, y la realidad es que la angustia se ha quedado en un grito ahogado.
Muchos de quienes leáis este artículo dudaréis sobre si vivís una depresión o no, y buscáis respuestas. En primer lugar, deciros que si una persona sufre una Depresión Mayor, o cronificada, difícilmente va a leer artículos ni otras informaciones, pues se encuentra ensimismada en su propio pozo de sufrimiento y es muy complicado y costoso ponerse a buscar información fuera, así que sí, tenéis suerte de no sufrir esta devastadora enfermedad.
No obstante, si buscáis este tipo de información es porque de algún modo sufrís y queréis superar vuestro dolor. En muchas ocasiones la sintomatología depresiva aparece junto a otras patologías, tales como ansiedad, trastornos de personalidad, problemas de control de impulsos y trastornos obsesivos, entre otros. Incluso es normal encontrarse en este estado cuando una fase de nuestra vida nos golpea con tanta fuerza que cuesta levantarnos. No hay que minimizar ni tomarse a la ligera este sufrimiento, por lo que concertar cita con un profesional cuando alguien se siente perdido siempre hace bien.
La forma de expresarse de cada paciente que sufre una depresión es distinta, aunque hay aspectos en los que encontramos coincidencias:
Visión pesimista del mundo, de la vida y de sí mismo
Aaron Beck postuló que el estado depresivo contamina la experiencia personal hasta el punto de ver todo amenazante, y de algún modo el paciente siempre expresa ideas como que “el mundo es un lugar peligroso”, “no hay futuro ni esperanza”, “no puede hacer nada para remediarlo”.
Estar inmerso en esa convicción dificulta mucho la posibilidad de superar una depresión, ya que es como darse la razón a uno mismo de que no hay porque intentarlo. Desde Terapéutica en Alza escuchamos este grito de auxilio y trabajamos sobre lo que está asociado. Para que alguien piense así, desde su experiencia ha tenido que recibir golpes de los que no ha podido defenderse, y es importante sanar las heridas antes de volver a alzar la vista y recuperar la ilusión.
Baja valoración personal
Más allá de esos pensamientos comentados antes, es habitual que una persona que vive una depresión tenga una visión de sí misma que supera la inutilidad. Si el mundo se complica, necesitamos vernos capaces para afrontar y resolver diferentes situaciones, como un EGO sano que nos dé esa palmada en el hombro para animarnos a continuar. En cuanto nos creemos incapaces de cualquier cosa, el mundo nos engulle y dejamos de resistirnos, no meditamos, no construimos alternativas. No valorarnos es una manera de abandonarnos, y no hay persona que no merezca su amor propio.
Sensación de incomprensión y de falta de control
Tras ese velo silencioso hay una persona que ante todo desea conectar pero no puede, no hay energía para ello. Es difícil comprender a alguien que no puede ver más allá de su pesadumbre, y esto se puede transmitir al paciente, no comprende lo que necesita pero sabe que nadie se lo da, y esto refuerza la irritabilidad y los ataques de rabia. Es en estos momentos cuando es más importante permanecer atento y no estar buscando soluciones urgentes, ya que la primera necesidad es esa, la compañía sincera, ese “estoy contigo” para que pueda focalizar fuera del sí mismo.
La depresión es una enfermedad muy grave, coloquialmente entendida como tristeza o “bajón” ante diferentes situaciones. Tenemos que ser conscientes de que esta enfermedad efectivamente es un camino de rendición, se deja de luchar, de aspirar, de desear… esto no es sino una forma de morir angustiosamente. La rendición hay que transformarla en oportunidad, para meditar, aprender, y ser la mejor versión de nosotros mismos.
Psicólogo Sanitario y Psicoterapeuta de Tiempo Limitado. Con formación en EMDR. Cofundador de Terapéutica en Alza. Colabora con Aragón Radio y ha trabajado con familias y adolescentes en conflictos graves. Es parte del grupo de Recursos Artísticos para la intervención terapéutica del Colegio de psicólogos de Aragón. Además de ayudar a personas adultas, se especializa en el acoso escolar y trabaja en colaboración con entidades sociales de la infancia.