Hoy en día la psicología esta mejor reconocida y posicionada ante la sociedad, cada vez menos gente la considera como un servicio para “quien está loco”, e incluso hay personas que hablan abiertamente de que en su momento tuvieron que acudir a un profesional de la psicología por diferentes causas.
Pero aún queda camino por recorrer, nuestra profesión tiene todavía cierta polémica personal, sobre todo al ir al psicólogo por primera vez, que aumenta la resistencia de la gente a acudir para encontrar una solución a problemas que pueden repetirse sin cesar, dejando agotada e impotente a quien se encuentra metido en ese círculo vicioso. Desde luego sí afirmamos que acudir a un psicólogo no es estar loco.
En este artículo detallaremos los indicadores a tener en cuenta para concluir cuando es el momento de ir al psicólogo, considerando que, con que sólo exista un indicador suficientemente intenso y desagradable, ya hay una buena razón para concertar cita.
Hay que tener en cuenta que el motivo de consulta es la primera y fundamental referencia que los profesionales de la psicología tenemos del paciente. Por ello, los indicadores que desarrollaremos serán aquellas expresiones que suelen exponer nuestros pacientes en la consulta el primer día, motivos por los cuales es recomendable ir a un psicólogo si no lo has hecho ya. No son todas las que hay, ya que existen infinitas formas de expresar malestar y sufrimiento, pero sí las más habituales.
Cuándo acudir al psicólogo
- Hay un problema que se repite y no consigo resolverlo
- Tengo sensación de volverme loco y estoy perdiendo el control
- Estoy reaccionando mal en mis relaciones y no puedo evitarlo, trato mal a quienes quiero o me siento maltratado/a
- Tengo dolores o problemas orgánicos y los médicos no encuentran explicación a lo que me pasa
- Me estoy apagando y cada vez me cuesta más disfrutar y mantener la rutina
- Nadie me entiende, cada vez me siento más solo/a o siento que me rompo
Hay un problema que se repite y no consigo resolverlo
Discusiones constantes con la pareja, con familiares o con nuestros hijos sobre los mismos temas, reacciones de rabia que no solucionan las cosas, llevándonos a tomar medidas desesperadas que generan consigo reacciones de culpabilidad porque se nos ha ido la mano, o al contrario, nos sentimos sumisos y decimos que sí a todo, con la sensación de que no se cuenta con nosotros para nada.
Es el tipo de situaciones que solemos decir, están inmersas en un círculo vicioso que fatiga y nos deja sin fuerzas. Cuando no vemos alternativa a la situación, es recomendable buscarla en otro lugar, siendo una consulta de psicología el lugar idóneo para encontrar esa ayuda, una forma distinta y satisfactoria de resolver los problemas.
Tengo sensación de volverme loco y estoy perdiendo el control
En ocasiones el problema no está en resolver algo que esta fuera, sino en lo que sentimos dentro, en nuestra cabeza, nuestra forma de ver la realidad y el mundo. Nos sentimos confusos, no paramos de darle vueltas a las mismas ideas, nos angustiamos, y raro es encontrar la respuesta a cómo saber que nos pasa y porqué.
Posiblemente haya un acontecimiento que haya iniciado este patrón de inestabilidad y desasosiego. También es posible que carguemos con ese estado demasiado tiempo y ya no podamos contenernos más. Acudir al psicólogo en estos casos ayuda a poner orden mental y aprender estrategias para mantener el bienestar y no tanto poner a raya el malestar.
Estoy reaccionando mal en mis relaciones y no puedo evitarlo, trato mal a quienes quiero o me siento maltratado/a
Estamos suspicaces ante ciertas discusiones, nos sentimos muy molestos porque la gente que queremos piense mal de nosotros. Tratamos de demostrar que se equivocan pero nos tiembla el pulso, incluso llega el punto de no saber explicarnos y nos sentimos incapaces de mostrar una imagen positiva de nosotros mismos.
Lo habitual en este tipo de reacciones es encontrarnos con silencios incómodos, o con reiterados “Lo ves, tenía razón…” generándonos frustración e incomprensión. Para poder relacionarnos bien necesitamos aprender a gestionar nuestras emociones, que son nuestro motor. Como en el caso de un vehículo, puedo enfocar bien la dirección hacia donde quiero ir, pero si el motor funciona mal, ocurrirá de todo menos ir al lugar que deseo.
Tengo dolores o problemas orgánicos y los médicos no encuentran explicación a lo que me pasa
Dolores de cabeza, contracturas en la espalda, problemas de estómago, de piel, son algunos de los síntomas que pueden aparecer por causas psicológicas, ya que en ocasiones un estrés continuado puede afectar a nuestros órganos antes que a nuestra mente.
Cuerpo y mente tienen que comunicarse fluidamente. Cuando esto no ocurre llegamos a situaciones en las que el cuerpo se atasca en un dolor, o nos presionamos a nosotros mismos a realizar actividades límite sin importar nuestro estado, llegando a ignorar los daños que nos causamos. Lo importante a tener en cuenta en problemas psicosomáticos es que esos dolores se hayan mantenido durante mucho tiempo sin cambio aparente, y que las pruebas médicas no detecten causa ni foco del dolor.
Me estoy apagando y cada vez me cuesta más disfrutar y mantener la rutina
Problemas para conciliar el sueño o para despertarse, olvidarnos de las tareas más básicas, dejar todo para el último momento, vivir con una sensación de indiferencia o apatía cada vez mayor. Sentir pereza por aquellas actividades de nuestro tiempo libre que acostumbrábamos a hacer, darnos cuenta que ya no disfrutamos como antaño, nos cuesta sonreír, nos vemos más encerrados en nosotros mismos.
No tiene porque estar desarrollándose una depresión, pero sí que hay un cambio en el estado de ánimo que puede estancarse, y ahí está lo preocupante, ya que mantenerse indiferente y no ir al psicólogo o a otro profesional sanitario de salud mental en estos estados es un factor de riesgo importante para desarrollar depresión.
Nadie me entiende, cada vez me siento más solo/a o siento que me rompo
Nos sentimos aislados, aunque haya compañía a nuestro alrededor, la conexión no es verdadera, la sensación es como al de “estar fuera mientras estas dentro”, aprendemos a relacionarnos a nivel social, a decir las palabras adecuadas, a tener una imagen aceptable, pero por dentro nos sentimos desconectados, puede que no seamos realmente nosotros mismos.
Si encontramos espacios donde exponer nuestro verdadero ser (en hobbies, con verdaderas amistades, lugares concretos…) este problema no será tan acusado. Solo en el caso en el que tengamos que soportar esa forma social como forma de vida, sin que haya un momento para poder dedicarlo a nosotros mismos, nos acabaremos rompiendo. Todo ser humano necesita ser realmente reconocido, aceptado y querido. En cuanto somos adultos, somos nosotros los que debemos reconocernos, aceptarnos y querernos. Si esta parte del crecimiento quedó atrás, es momento de ir a un psicólogo.
Autor: Juan Fernández-Rodríguez Labordeta
Psicólogo Sanitario y Psicoterapeuta de Tiempo Limitado. Con formación en EMDR. Cofundador de Terapéutica en Alza. Colabora con Aragón Radio y ha trabajado con familias y adolescentes en conflictos graves. Es parte del grupo de Recursos Artísticos para la intervención terapéutica del Colegio de psicólogos de Aragón. Además de ayudar a personas adultas, se especializa en el acoso escolar y trabaja en colaboración con entidades sociales de la infancia.