Mindfulness: ¿qué es?

Mindfulness significa llevar la atención al momento presente de forma curiosa y sin juzgar (Kabat-Zinn, 1994). La atención plena es, por tanto, un proceso que cultiva la capacidad de llevar la atención al momento presente, la conciencia y la aceptación del momento presente (Hanh, 1987).

Los elementos constitutivos de Mindfulness, que se desprenden de las definiciones anteriores (conciencia y atención) ponen de manifiesto cuál es el objetivo de la práctica de Mindfulness y, por tanto, su tensión ética: el objetivo es eliminar el sufrimiento innecesario, cultivando una profunda comprensión y aceptación de todo lo que ocurre mediante un trabajo activo con los propios estados mentales. Según la tradición original, la práctica de Mindfulness debería permitir pasar de un estado de desequilibrio y sufrimiento a uno de mayor percepción subjetiva de bienestar, gracias a una profunda comprensión de los estados y procesos mentales.

Los orígenes de la atención plena: la tradición budista

Los orígenes de la investigación del mindfulness no pueden rastrearse en un contexto geográfico y temporal preciso, ya que se pueden situar, aunque con diferentes nombres, en una amplia zona entre China y Grecia, en un periodo comprendido entre hace 2800 y 2200 años. Así lo dice Amadei (2013) añadiendo que, después de todo, el monoteísmo de Zaratustra en Persia, el jainismo de Mahavira y Parshva y el budismo en la India, el confucianismo y el taoísmo en China, las enseñanzas de los profetas hebreos en Palestina y la filosofía griega son todas las tradiciones que han contribuido a centrarse en «una pausa para la libertad, una respiración profunda que trae consigo una conciencia extremadamente lúcida» (Amadei, 2013) – en una palabra, lo que en Occidente hoy se conoce como mindfulness.

La doctrina y la práctica meditativa budista es probablemente la tradición que más encarna y expresa el tema de la atención plena. Las enseñanzas de Buda, que reciben el nombre de Dharma, indican los factores mentales que permiten al individuo captar la esencia y la naturaleza de cada experiencia: la aspiración, la confianza, la atención, la discriminación y, por supuesto, la atención plena. Las antiguas conceptualizaciones de la atención plena se encuentran en numerosas escrituras budistas, como el Abhidhamma, según Kiyota (1978) y el Vishuddimagga (Buddhaghosa, 1976). Se trata de textos de filosofía y psicología budistas, siendo el primero una especie de compendio de psicología y filosofía, mientras que el segundo tiene el carácter de un tratado específico sobre los temas de la meditación.

Mindfulness traduce originalmente el término sánscrito sati, de gran amplitud semántica y difícil de traducir con una sola palabra. Sati es memoria del presente y presencia mental, es conocimiento de lo que está ocurriendo en el campo fenomenológico (Bodhi, 2011). El sati, en la tradición budista, es una facultad que hay que cultivar como forma de lograr la reducción del sufrimiento humano, que se considera relacionado con una percepción errónea de un yo individual permanente. Superar esta ilusión permitiría alcanzar un equilibrio emocional y un bienestar psicológico duraderos.

Para conseguirlo, la tradición budista no recomienda un cambio en la realidad externa, sino un cambio en el propio individuo a nivel cognitivo y emocional, para corregir los errores que la mente humana comete con frecuencia cuando no ha sido entrenada y disciplinada (Gethin, 2001). Por tanto, la vía es ante todo práctica, basada en una capacidad innata, pero cultivada con disciplina día tras día, tal como se relata en las enseñanzas de Buda (Gnoli, 2001).

Como sostiene Chiesa (2013) en la perspectiva de la tradición budista la atención plena es la conciencia lúcida de lo que está sucediendo en el campo fenomenológico. El desarrollo de esta habilidad está relacionado con las prácticas meditativas, tanto concentrativas como receptivas. El practicante necesita familiarizarse con ambas perspectivas, aprendiendo así a anclar la mente en la experiencia presente, liberándose de proyecciones, malentendidos y errores. Una actitud de aceptación facilita el proceso y es al mismo tiempo una consecuencia del mismo.

La llegada del mindfulness a Occidente: la obra de Kabat-Zinn

La mayoría de las ideas, prácticas e intervenciones que se conocen hoy en día con el nombre de mindfulness son el resultado de un viaje que comenzó con los estudios pioneros de Jon Kabat-Zinn, un biólogo y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts que, a partir de 1979, desarrolló un protocolo para introducir la meditación mindfulness como intervención en entornos clínicos.

Kabat-Zinn creía que la práctica de la meditación tenía el poder de transformar la experiencia individual del sufrimiento y el estrés de forma duradera, ofreciendo una alternativa a las estrategias de resolución de problemas que están profundamente arraigadas en la cultura occidental. El marco teórico en el que es esencial enmarcar las ideas e investigaciones de Kabat-Zinn, el desarrollo del programa MBSR y la fundación de la Clínica del Estrés es el de la medicina mente-cuerpo. La relación entre la mente y el cuerpo, entre los pensamientos y la salud, es una premisa fundamental para entender la naturaleza y el propósito de este programa.

Aunque Kabat-Zinn tenía una gran experiencia personal en la práctica meditativa, el deseo de introducir la meditación de atención plena en contextos como los hospitales, las clínicas y los centros de salud requería una adaptación de las prácticas tradicionales.

En primer lugar, la consulta debía ser accesible a las posibilidades psicológicas y físicas de los pacientes, o fácilmente adaptable a condiciones médicas particulares. Esto significaba, por ejemplo, proponer tiempos, concentración y movimientos compatibles con las condiciones de sufrimiento de los participantes, de diversa índole. También se consideró importante evitar las prácticas que no estuvieran en sintonía con la cultura y el estilo de vida occidentales, ya que esto probablemente habría reducido la disposición a participar en las reuniones y, sobre todo, a practicar individualmente entre ellas.

Por último, dado que el protocolo, en esta primera fase, se refería a la realidad hospitalaria, era esencial que siguiera las normas compartidas por la medicina occidental y respetara algunos de sus principios fundamentales (Giommi, 2014).

Sobre la base de estos requisitos, el mindfulness se despojó de sus connotaciones espirituales y morales, renunció a formar parte de un camino hacia la iluminación y se definió como atención focalizada, dirigida al momento presente y sin juicios (Kabat-Zinn, 1994). Esto abrió la posibilidad de trabajar con pacientes difíciles a través de prácticas de mindfulness que son antiguas y adecuadas para el mundo occidental.

El primer entrenamiento de mindfulness: el programa MBSR

El protocolo de reducción del estrés basado en la atención plena (MBSR) tiene su origen en el trabajo de Jon Kabat-Zinn en la década de 1970. El programa de intervención se diseñó para pacientes que sufrían dolor crónico o enfermedades terminales, pero desde entonces se ha aplicado con éxito a otras condiciones clínicas (físicas y psicológicas). El programa original se ha mantenido en su estructura básica. Están previstas ocho reuniones semanales (durante un total de dos meses) de unas dos horas y media, más una jornada de prácticas intensivas de unas ocho horas en la segunda mitad del programa. El programa tiene una dimensión de grupo, que suele estar formado por treinta personas, entre las que se encuentran dos instructores con un perfil profesional adecuado y un bagaje personal de meditación.

La mayor parte del trabajo que se exige a los participantes debe realizarse durante la semana, de forma individual, con un compromiso de unos 45 minutos al día. Hacia la mitad del programa, los instructores ofrecen a los participantes unos breves momentos educativos, durante los cuales se informan resultados significativos encontrados en la literatura sobre el tema del estrés. Sin embargo, estos momentos no son la base del curso: el aprendizaje experiencial es el elemento distintivo y, podría decirse, el corazón de la Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena (Mindfulness Based Stress Reduction) y los programas derivados de ella.

Los encuentros se basan en dos elementos principales: por un lado, la práctica, y por otro, la llamada indagación o exploración. Todas las sesiones, excepto la primera, comienzan con un momento de práctica, que dura entre 45 minutos y una hora. En el transcurso de las reuniones se ensayan diferentes prácticas que los participantes seguirán también en casa.

El tiempo restante se dedica a la indagación, es decir, a compartir las experiencias vividas en la práctica durante el encuentro o en la práctica individual en casa. Los instructores guían estos momentos de reflexión y puesta en común, invitando al intercambio y a una actitud de curiosidad y no juicio. A lo largo de la reunión, cuando no se les invita explícitamente a compartir mediante palabras, los participantes mantienen una actitud de silencio y establecen una intención de presencia plena.

Para subrayar la actitud diferente a la que se compromete el grupo durante la reunión, el comienzo y el final de las sesiones están marcados por breves momentos de recogimiento útiles para delimitar la sesión del resto de la jornada. El sonido de los platillos puntúa los distintos momentos, pero éste es, de hecho, el único elemento de evidente matriz oriental, ya que los espacios elegidos para las reuniones son, en general, bastante neutros, amueblados únicamente con sillas y, posiblemente, con esterillas para las prácticas en el suelo. Los ejercicios se realizan escuchando la voz del instructor que guía al participante en la práctica; para la meditación en casa, el grupo recibe grabaciones cada semana.

Terapia cognitiva y de atención plena: MBCT

El éxito de la Reducción del Estrés Basada en la Conciencia Plena (Mindfulness Based Stress Reduction) ha provocado un cierto interés por las prácticas de conciencia plena como herramienta clínica también en los círculos cognitivistas. De hecho, el mindfulness y el cognitivismo tienen, aunque sólo sea, un interés común en el papel que desempeñan nuestros pensamientos en las emociones y el comportamiento.

Alrededor del núcleo original de la Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena se desarrolló el horizonte más amplio de las llamadas Intervenciones Basadas en la Atención Plena (MBI). Giommi (2014) identificó una serie de características comunes de estas intervenciones, incluyendo la práctica meditativa, el formato de grupo, la responsabilidad individual, la cantidad sustancial de esfuerzo requerido de los participantes, la perspectiva a largo plazo y la no orientación a los resultados. Entre las intervenciones derivadas de la Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena, la Terapia Cognitiva Basada en la Atención Plena es el protocolo más extendido y probado científicamente; Otras propuestas de tratamiento basadas en mindfulness son el Mindfulness-Based Relapse Prevention para adicciones propuesto por Bowen, Chawla y Marlatt (2011), el Mindfulness-Based Eating Awarness Training desarrollado por Kristeller, Baer y Quillian-Wolever (2006), el programa Mindfulness-Based Childbirth and Parenting formulado por Bardacke (2013), el Mindfulness-Based Elder Care de McBee (2008) y el programa Mindfulness-Based Relationship Enhancement desarrollado por Carson, Carson, Gil y Baucom (2004).

Según la perspectiva de los creadores de la Terapia Cognitiva Basada en la Atención Plena (Segal, Teasdale y Williams, 2002), un sujeto que ha estado deprimido en el pasado corre el riesgo de sufrir un nuevo episodio depresivo porque, en los periodos de estado de ánimo negativo, tiende a reactivar automáticamente los pensamientos, emociones y sentimientos que estaban activos durante el periodo de sufrimiento. En este contexto, «el objetivo último del programa de Terapia Cognitiva Basada en la Atención Plena es ayudar a los individuos a lograr una transformación radical en su relación con los pensamientos, las emociones y las sensaciones físicas que pueden contribuir a las recaídas depresivas» (Segal et al., 2013, p. 80). En otras palabras, el objetivo es enseñar a los pacientes una nueva relación con su cuerpo y sus experiencias, que les permita dar un paso atrás en las respuestas automáticas y, por tanto, les proteja de esos círculos viciosos que conllevan el riesgo de recaída.

El pensamiento rumiante que desencadena los círculos viciosos puede remontarse a su vez a un modo de pensamiento más amplio, el del «hacer». Como afirman Williams, Teasdale, Segal y Kabat-Zinn (2007), el modo de hacer suele producir resultados brillantes como estrategia para resolver problemas y alcanzar objetivos en el mundo exterior. Los problemas surgen cuando se aplica el modo de hacer a los asuntos relacionados con uno mismo: en estos casos, el impulso de hacer trae consigo un control constante de los resultados. Como es muy difícil reducir la discrepancia entre la realidad y lo que se desea en un corto período de tiempo, la mente repite estas evaluaciones una y otra vez, desencadenando la rumiación que conduce a la recaída depresiva. Cuando la mente sigue el impulso de hacer, pierde el contacto con la experiencia presente: al igual que cuando trata de resolver un problema, se aleja de la solución porque no puede captar las señales que envía el cuerpo.

Dado que este modo de pensar es una respuesta frecuente a las emociones que experimentamos a diario, es posible aprovechar estas ocasiones como una oportunidad para hacer ejercicio. El mindfulness propone experimentar con el modo de ser, que no es un estado especial en el que cesa toda actividad, sino una perspectiva descentralizada que permite liberarse de los habituales modos de respuesta automáticos e involuntarios que tratan de alejar lo desagradable y retener lo agradable. La Terapia Cognitiva Basada en la Atención Plena, en línea con el programa de Reducción del Estrés Basado en la Atención Plena, cultiva un uso particular de la atención y la conciencia, sugiriendo un enfoque en los procesos de pensamiento más que en el contenido. La intención no es excluir todos los estados negativos de la mente, sino evitar que se estabilicen cuando se produzcan.

La Terapia Cognitiva Basada en la Atención Plena se propone a un grupo de pacientes, normalmente una treintena, ya que la práctica con otros y la comparación de las propias experiencias personales es considerada por los autores un elemento fundamental de la intervención. Las reuniones son semanales, duran unas dos horas y alternan momentos de práctica y momentos de indagación. Entre las reuniones, se invita a los participantes a realizar algunos ejercicios en casa, para los que reciben pistas de audio. Las prácticas formales e informales se alternan tanto durante las sesiones como en casa. Al igual que el programa de reducción del estrés basado en la atención plena, la terapia cognitiva basada en la atención plena no es una psicoterapia, sino una estrategia de intervención, un curso de formación. Sin embargo, hay una primera diferencia importante: mientras que la Reducción del Estrés Basada en Mindfulness es un protocolo transdiagnóstico, en el que participan sujetos con diferentes condiciones médicas y psicopatológicas, así como personas sin un diagnóstico preciso que se sienten estresadas o quieren cambiar algo en su forma de vida, la Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness es un programa dedicado a pacientes con experiencia de depresión mayor.

Aunque la estructura y los contenidos son similares en un 90% al programa de Reducción de Estrés Basado en Mindfulness (Giommi, 2014), se pueden observar algunas peculiaridades debido a la vinculación de la Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness con la terapia cognitiva. A nivel inmediato, si observamos el programa de las ocho sesiones de la Terapia Cognitiva Basada en la Conciencia Plena es posible notar la presencia de algunos momentos y algunas profundizaciones teóricas que no están presentes en el programa de Kabat-Zinn (véase el apartado 4.2.2 para una exposición de las sesiones individuales).

Se pueden encontrar claras huellas del horizonte cognitivista en el que se inscribe el programa en la elección de establecer una entrevista inicial con el paciente, en los estudios en profundidad sobre el tema de la depresión, pero también en la orientación hacia la acción de algunos aspectos del programa (por ejemplo, se invita a los participantes a identificar acciones que les tranquilicen o les den placer y a ponerlas en práctica cuando surjan sentimientos o emociones negativas). A nivel más general, parece justo decir, haciéndose eco de Crane (2009), que las principales aportaciones de la teoría cognitiva en el desarrollo de esta herramienta incluyen un marco teórico relativo al problema de la vulnerabilidad a la recaída, una hipótesis sobre la influencia de mindfulness en estos procesos, que además se explicitan en cierta medida en el trabajo con los pacientes, y un fuerte vínculo con la verificabilidad empírica.

Mindfulness en la edad de desarrollo

El contexto escolar, por sus características estructurales, parece ser el más adecuado para la aplicación de intervenciones basadas en Mindfulness en la edad de desarrollo, que pasa la mayor parte de su tiempo en la escuela.

Además, y lo que es más importante, es en este contexto donde se puede realizar la intención preventiva y educativa de Mindfulness en la edad de desarrollo: si por un lado, las intervenciones basadas en Mindfulness pueden ayudar a los niños con dificultades, por otro lado pueden ser una herramienta indispensable para el aprendizaje de habilidades prosociales, la tolerancia a la frustración y la promoción de habilidades cognitivas útiles y utilizables por todos los jóvenes estudiantes de la sociedad.

Aunque las prácticas de meditación en la infancia pueden ser similares a las de los adultos, los métodos y el momento deben ser diferentes. En este sentido, Fabbro propone que, con los niños más pequeños, las sesiones de meditación se estructuren de manera que sean muy breves y se realicen con una rutina que no cambie con el tiempo (Fabbro y Muratori, 2012). Según la autora, los ejercicios deben ser sencillos y estar adaptados a las capacidades de los niños; al final de la meditación, debe reservarse un espacio para compartir las experiencias, expresar las dificultades y debatirlas. Además, en función de los distintos grupos de edad (5-8, 9-12, 13-18 años) la bibliografía ofrece sugerencias sobre técnicas y procedimientos de meditación específicos (Hooker, 2008).

Muy importante, a través de las diferentes técnicas y ejercicios propuestos, es ayudar a los niños a tomar conciencia de sus emociones (Fabbro y Muratori, 2012).

Un estudio realizado en la Universidad de la Columbia Británica investigó recientemente el efecto de incorporar algunas prácticas y ejercicios sencillos de mindfulness que enseñan a prestar atención a los demás en los programas escolares destinados a fomentar el desarrollo de las habilidades sociales y emocionales.

En el estudio participaron investigadores de diversas disciplinas, como la neurociencia, la pediatría, la psicología del desarrollo y la educación, con el fin de investigar los efectos del programa MindUP™, que incluía la enseñanza de prácticas de atención plena, como las prácticas de experiencia sensorial y las prácticas centradas en el cuerpo y la respiración, en una muestra de 99 niños que asistían a cuatro clases diferentes de cuarto y quinto grado.

El estudio descubrió que los niños que participaron en este programa fueron capaces de poner en práctica estrategias de regulación del estrés más eficaces y se mostraron más optimistas y cooperativos con los demás que sus compañeros de un programa similar que no incluía ninguna práctica de mindfulness. En comparación con estos niños, los del programa MindUP™ también mostraron un mejor rendimiento académico en matemáticas.

Parece que los niños con TDAH pueden beneficiarse especialmente de la práctica de mindfulness, como afirman Van der Oord, Bögels y Peijnenburg (2012). Según los datos de los autores, los ejercicios de conciencia corporal, conciencia sensorial, respiración, yoga y meditación reducirían el comportamiento del TDAH: al final del programa, los niños aprendieron a concentrarse para mejorar su atención, conciencia, autocontrol e inhibición de respuestas automáticas. También aprendieron a aplicar la atención plena en situaciones difíciles, como cuando se distraen en la escuela. Junto al trabajo con los niños, los autores propusieron a las familias un curso de Mindful Parenting (MP). Gracias a esta formación, los padres aprendieron a estar plenamente presentes, sin juzgar, en el aquí y el ahora con su hijo; a acoger y responder en lugar de reaccionar negativamente al comportamiento inadecuado de su hijo; a aceptar los problemas de su hijo; y, por último, a cuidar de sí mismos. Ser capaz de afrontar y superar el estrés es un objetivo importante para los padres porque, en casa, les corresponde animar a sus hijos a meditar, tanto individualmente como en conjunto.

El mindfulness también podría ser una herramienta útil en la lucha contra los trastornos alimentarios en los niños pequeños. Como atestigua la literatura científica, la práctica de mindfulness es eficaz para aumentar la inhibición y disminuir la impulsividad. Dado que la obesidad y los comportamientos alimentarios poco saludables están asociados a un desequilibrio entre las conexiones del cerebro que controlan la inhibición y la impulsividad, el mindfulness podría ayudar a tratar o prevenir la obesidad infantil.

Una nueva investigación llevada a cabo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Vanderbilt (Chodkowski y Niswender, 2016) sugiere que existen diferencias en los equilibrios neuronales del cerebro de los niños normopesos y obesos, que hacen que estos últimos coman en exceso. La pérdida de peso estable es difícil de lograr para estos niños y esto puede deberse a que requiere cambios en el funcionamiento del cerebro, además de los cambios en la dieta y el ejercicio. Según los autores del estudio, una forma de controlar eficazmente el peso podría ser identificar a los niños con riesgo de obesidad en una fase temprana y utilizar la atención plena para controlar la impulsividad a comer en exceso.

Mindfulness y embarazo

Durante el embarazo, el estrés y el bajo estado de ánimo pueden interferir en la relación madre-hijo y en el desarrollo del propio bebé, lo que aumenta enormemente el riesgo de trastornos del estado de ánimo postnatales.

Vieten y Astin (2008) muestran que las madres que siguieron un protocolo estándar de reducción del estrés basado en la atención plena durante el embarazo obtuvieron resultados positivos considerables. El grupo experimental mostró una mejora de su estado de ánimo entre un 20 y un 25% mayor que el grupo de control de madres que no habían practicado la Reducción del Estrés Basada en la Conciencia Plena (Mindfulness Based Stress Reduction); la mejora se observó principalmente en la reducción de la ansiedad, la disminución de los síntomas depresivos y la disminución del estrés experimentado en el periodo posparto.

Además, Beddoe y su grupo de investigación (2009) demostraron que el Mindfulness conducía a una disminución constante del dolor pélvico, que las mujeres embarazadas experimentan con frecuencia en los últimos meses del embarazo. El hallazgo más interesante es que las futuras madres que comenzaron el protocolo de Reducción del Estrés Basado en la Atención Plena en el segundo trimestre del embarazo tuvieron una marcada reducción del dolor agudo y crónico en la zona pélvica en el último trimestre. Esta reducción no se encontró en el grupo de control (formado por mujeres embarazadas que no habían iniciado la Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena) ni en el grupo formado por madres que, en cambio, habían practicado la Reducción del Estrés Basada en la Atención Plena sólo al principio del tercer y último trimestre del embarazo.

Por último, algunos trabajos (Glover, 2014; Van de Heuvel et al., 2015) sugieren que los hijos de madres que han sufrido trastornos de ansiedad en el periodo prenatal tienen más probabilidades de experimentar un retraso en el desarrollo emocional. Se calcula que entre el 10 y el 15% de estos bebés tendrán después déficits emocionales y de comportamiento en la primera infancia. Un grupo de investigación de la Universidad holandesa de Tilburg en un estudio reciente (Van de Heuvel et al., 2015) mostró los beneficios de la práctica de Mindfulness en esta condición.

Mindfulness y neurociencia

Uno de los principios en los que se basa todo el aparato conceptual de Mindfulness se refiere a la unión mente/cuerpo: esta relevancia se basa, por ejemplo, en la conciencia de que el reconocimiento y la descripción de las sensaciones y percepciones del cuerpo transmiten información sobre la esfera cognitivo-emocional. No es de extrañar, por tanto, que una rama de la investigación se haya dedicado expresamente al estudio de los mecanismos cerebrales que subyacen a la orientación mindful.

Una lectura interesante es la de Siegel, que cree que en la base del funcionamiento de la atención plena hay una integración neuronal que influye y es influida por la conciencia de la atención plena. Según el autor:

La conciencia de nuestra experiencia momento a momento nos da la capacidad de sentir y aceptar directamente nuestra experiencia mental. Este estado de conciencia puede implicar un estado integrado entre varias regiones del cerebro, incluyendo importantes áreas del córtex y las áreas subcorticales del sistema límbico y del tronco cerebral. La integración neuronal, en parte conducida por estas regiones frontales, puede ser esencial para crear un equilibrio basado en la autorregulación. […] Estas vías de integración pueden desempeñar un papel crucial en el bienestar.

(D. J. Siegel, 2009).

Es posible, por tanto, encontrar en la meditación Mindfulness una activación simultánea de las áreas cerebrales frontales encargadas de las capacidades ejecutivas y de alerta, que inicialmente tendrían la función de dirigir y apoyar la atención, y posteriormente la de apoyar la intención de continuar en conciencia en el momento presente, a través de la influencia en los procesos de toma de decisiones.

A medida que el Mindfulness se ha extendido por el mundo científico y psicológico, y se ha establecido también dentro del Cognitivismo, la Neurociencia ha comenzado a abordar sus efectos en el cerebro de los practicantes. Las últimas investigaciones sugieren que el Mindfulness promueve cambios funcionales en el cerebro a través de la neuroplasticidad.

Haselkamp en un estudio de 2012 confirma esta hipótesis y afirma que estos cambios en la conectividad funcional son duraderos.

Demuestra que los practicantes con muchos años de meditación se caracterizan por una mayor conectividad dentro de las redes atencionales y entre éstas y las regiones prefrontales mediales. Estos datos, según Haselkamp, harían que los practicantes de mindfulness desarrollaran mayores habilidades cognitivas para mantener la atención y liberar las distracciones.

Luders realizó un estudio en 2012 en el que quiso investigar los efectos cerebrales de la meditación según el número de años de práctica. Los resultados sugieren que meditar durante muchos años aumenta el grosor y la fuerza de los lóbulos frontales y, en particular, del córtex prefrontal medial. El córtex prefrontal medial se comunica con el cerebro emocional (sistema límbico) y con el cerebro reptil más arcaico (rinencéfalo) recibiendo información y dando indicaciones, lo que favorece la integración entre las funciones que realizan estas áreas. Los cambios en el cerebro se producen a través de los llamados pliegues corticales denominados «giros», es decir, la formación de vueltas y surcos cerebrales.

Los investigadores creen que la formación de estos pliegues puede promover y mejorar el procesamiento neuronal (Luders , 2012). Y cuantos más giros se formen, mejor podrá trabajar el cerebro, una eficacia que se manifiesta en un mejor procesamiento de la información, una mayor facilidad para tomar decisiones y una mejor memoria.

En su estudio, Luders había demostrado una correlación entre los años de meditación y la cantidad de pliegues corticales formados a lo largo del tiempo: la observación de las exploraciones mostró diferencias significativas según los años de práctica meditativa.

En concreto, se encontraron más glicaciones en las personas que practicaban la meditación que en las que no lo hacían.

Además, estos surcos corticales eran mayores a medida que aumentaban los años de práctica meditativa. «La correlación positiva entre el giro y el número de años de práctica apoya la idea de que la meditación aumenta el giro regional del cerebro», concluye Luders.

Como resultado, los que llevan más años meditando, gracias al aumento del perfil de la corteza cerebral, serían capaces de procesar la información más rápidamente que los que llevan menos años meditando y los que no practican la meditación.

Esto fue confirmado por Hauswald, quien en 2015 encontró más pruebas de que el grosor cortical aumentaba para los practicantes de mindfulness.

Estos y otros estudios muestran cómo la neurociencia, utilizando sus conocimientos y herramientas como la resonancia magnética y el electroencefalograma, puede aclarar cada vez más el papel que prácticas meditativas como el Mindfulness pueden tener también en el cerebro de los practicantes.

Para alcanzar un nivel de conocimiento cada vez mayor, se ha creado una rama de la neurociencia que se ocupa específicamente del Mindfulness. Norman Farb, en este sentido, puede considerarse el precursor de este campo de la neurociencia con su contribución «Mindfulness meditation reveals distinct neural modes of self-reference» de 2007.

Ya que estamos hablando de la Revolución del Mindfulness, es justo investigar en profundidad desde un punto de vista experimental y científico el impacto de estas prácticas en el ser humano.

Adrián Pino Bonacho

Autor: Adrián Pino Bonacho

Psicólogo Sanitario con experiencia en Psicoterapia de Tiempo Limitado, Psicología de la Salud y EMDR. Es cofundador del gabinete psicológico Terapéutica en Alza y se especializa en psicosomática, terapia con adolescentes y adultos con diferentes patologías. Tiene un enfoque humano y respetuoso en su trabajo con objetivo de comprender y guiar a su paciente hacia la sanación.